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La sinuosa carretera se abría paso entre el exuberante verde como una cicatriz en la piel de la tierra. María, una mujer de mirada castaña y cabello al viento, conducía sin prisa, sumergida en sus pensamientos sobre la complejidad de la vida moderna. La melodía suave que emanaba del radio del auto contrastaba con la agitación de su mente.
De repente, un obstáculo inesperado interrumpió su viaje: un majestuoso caballo blanco, imponente y solitario, se erguía en medio del camino. El animal la miró fijamente, como desafiando su presencia en ese lugar.
“¿Por qué complicamos tanto la vida?”, se preguntó María, recordando las sabias palabras de Antoine de Saint-Exupéry en “El Principito”: “Es el tiempo que has dedicado a tu rosa lo que la hace tan importante”. ¿Acaso, al igual que la rosa del Principito, la vida no debería ser apreciada en su simplicidad?
Descendió del auto y se acercó cautelosamente al caballo. Al mirar en sus profundos ojos, sintió una conexión inmediata, como si ambos compartieran la misma perplejidad ante las complicaciones humanas.
En su mente resonaban las palabras de Hermann Hesse en “Siddhartha”: “La sabiduría no se expresa en palabras; se expresa en la forma como vivimos nuestra vida”. Esa escena simple, con el caballo bloqueando su paso, se convirtió en un momento de autodescubrimiento para María.
Comprendió que, al igual que el caballo, muchas veces nos encontramos perdidos en las encrucijadas de la vida, olvidando valorar los momentos simples y genuinos. En nuestra búsqueda incesante de significado y propósito, terminamos complicando lo que debería ser natural y fluido.
Con valentía, tocó suavemente al caballo, sintiendo la textura áspera de su piel y la fuerza contenida en sus músculos. En su mente, una frase de Gabriel García Márquez en “Cien años de soledad” resonó: “La sabiduría nos enseña que somos eternos en la búsqueda, pero fugazes en el encuentro”.
Al regresar a su auto, María se llevó consigo algo más que la imagen del imponente caballo en medio de la carretera. Se llevó consigo una valiosa lección sobre la importancia de simplificar, de reconectarse con la naturaleza y de encontrar belleza en las cosas más simples de la vida.
Y así, con el corazón renovado y los ojos llenos de esperanza, María continuó su camino, consciente de que la vida, por más compleja que parezca, está repleta de momentos de pura simplicidad esperando a ser descubiertos.